En 1985 inició un sueño que está por cumplir 30 años de servicio, La
Biblioteca Público Barrial La Floresta, ubicada en la comuna 12 de la ciudad, es después de la
Biblioteca Pública Piloto la unidad de información más antigua del Sistema de
Bibliotecas de Medellín.
Su historia inició hace tres décadas, a una cuadra del Parque de la
Floresta, como la Biblioteca de la antigua escuela Jorge Ortiz Rodríguez,
escuela que ya no existe pero que dejó en las estanterías de este lugar la
misión de educar. “Este espacio es particular, diferente —Afirma Diana Catalina
Lopez, Gestora de Fomento de Lectura y escritura—, hay una relación de
afectividad diferente de los usuarios con el espacio porque la biblioteca no
fue puesta aquí, esta fue creciendo con la comunidad, con el barrio.
El ambiente que se vive alrededor y al interior de la Biblioteca la
Floresta es especial, afuera los transeúntes van y vienen llevando con ellos el
bullicio de la vida cotidiana, pues antes de que las palabras parque y biblioteca se vieran unidas por el impulso de una Medellín con
ganas de crecer, en el barrio La Floresta estás dos instituciones del
entretenimiento y la educación ya eran pareja, hermanas en un barrio caracterizados
por habitantes que desde hace 30 años saben que libros, tinto y aire libre van
de la mano.
“Aquí abrimos a las ocho de la mañana, y a las ocho y diez ya llegan a
saludarnos, a pedir el periódico, el líbro.” Dice Lucila Valencia, Técnica de Biblioteca, quien sentada en el
mostrador de atención al usuario recibe y registra los préstamos que regresan y
salen de la Floresta.
El interior de la biblioteca no es del todo silencioso, pero esto no es
en ningún sentido malo. La escucha atenta revela que el aparente bullicio
inicial es en realidad la suma desordenada de conversaciones entre viejos, de la risa irreverente de niños, las
inquietudes de los consultantes y las respuestas precisas de los promotores que
atienden a los usuarios. Este espacio es caluroso, no por el sol que calienta
el Valle de Aburrá, si no por el calor con el que los usuarios saludan,
abrazan, tocan y sonríen a los técnicos, promotores y auxiliares que atienden
la biblioteca, todos conocen el nombre de todos y hasta último episodio de sus
vidas: ¿Cómo le fue dónde el médico? ¿Cómo está su señora don Carlos? ¿Qué hay
de los hijos en la escuela? … viejos y
jóvenes se conocen y conversan.
Yolima García Sepulveda vive en barrio La Pradera a diez minutos
caminando de la Floresta, Yolima y sus dos hijos, Julián y Federico, visitan la
biblioteca tres veces por semana, es el punto de encuentro con Jaime Agudelo,
profesor particular de inglés y matemáticas, quien vive en el Barrio la
América. “Este es un espacio propicio para encontrarse —afirma Jaime—, es
fácil de llegar, es seguro, encontramos material de apoyo y las clases se van
cómodas y rápidas”.
Yolima no duda en acentuar que “Tener una biblioteca cerca es
maravilloso para ocupar a los niños, pueden entrar y salir a cualquier hora,
y a ellos les gusta mucho participar del taller de origami o de prestar cómics
para llevar a la casa”.
La Biblioteca, como el parque, es referente del Barrio La Floresta. Ambos
son puntos de encuentro en el que convergen personajes que buscan un espacio
que por treinta años se ha ganado por parte de la comunidad el apelativo de ser el
corazón del barrio, pues en la biblioteca de la Floresta más que libros y
estantes hay un espacio de encuentro y conversación.
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