Hoy cumple 81 años de edad, Joaquín
Salvador Lavado Tejón, a quien -sin duda- buena parte de los latinoamericanos
conocemos como Quino (Argentina,
17 de julio de 1932). Con cerca de sesenta años de carrera, el Humorista
gráfico e historietista argentino acumula poco más de 50 trabajos publicados,
entre los que se incluye su obra más famosa, Mafalda (publicada originalmente
entre 1964 y 1973).
Al humor de Quino le caben todos
los adjetivos, decir que es ácido y cínico es un pleonasmo, que habla de la
miseria y lo absurdo de la condición humana, una certeza. La burocracia, la
autoridad, las instituciones inútiles, los imaginarios sociales, la comodidad
de la tradición y las costumbres son, entre muchos otros, los temas que aborda a
través de un grafismo hermoso, que va desde la línea simple a la barroca. Sus
viñetas están repletas de mensajes sociales, el lector no escapa a pensar un
poco sobre su propia vida después reírse de los figurines, que siempre atinan a
mostrar el lado absurdo de todo lo que en el mundo pasa.
Pero salgámonos un poco de la
efemérides o la esquela, que tan fácil resulta a mí yo periodista… El primer
recuerdo que tengo de una caricatura de Quino se ubica por allá en 1989, en la
tienda de don Parmenio, en el barrio El Guayabo, en Itagüí… Un barrio difícil y
violento, cómo muchos buenos barrios en Latinoamérica. La tienda de don
Parmenio, era refugio para los niños de la cuadra gracias a su extensa oferta
de dulces, pegatinas para álbumes de colección y por el hecho de que era la
única tienda en varias cuadras a la redonda que tenía una maquinita de Galaga.
Fue allí, pegada en el vidrio de
una vitrina de madera, donde vi por primera vez una reproducción de una
caricatura de Quino. Se trataba de la imagen
que acompaña este comentario, que creo hace parte del libro A mí no me grite (1972), una familia de
paseo debidamente apertrechada para disfrutar del campo. Lo que me robó la
atención de matar marcianos en el Galaga fue el grafismo de esa imagen, en
apariencia tan simple, la profusión de líneas negras sobre blanco y el hecho de
que siendo una caricatura no me hizo reír. En la infancia, en la que todo tiene
algo jocoso, me encontré unos figurines que me fascinaban, pero que no lograban
sacarme risas.
Quino, A mí no me grite (1972) |
Tengo que confesarlo, a mí, Quino
no me haces reír (mucho), me obliga a pensar, así como un golpe en la cabeza te
obliga a sentir dolor; eso pasó en 1989 y me pasa aún… Pero no crea que esta
afirmación es una negación del talento humorístico de este autor, por el contrario
es la reafirmación de que Quino trasciende la naturaleza pasajera de la
caricatura política o humorística y sus garabatos logran instalarse como
visiones de mundo que ofrecen más que una sonrisa ,o dos, al lector… Quino,
después de hacer reír, hace que digas: Momento, ¡¡¡estamos jodidos!!!
Para hacer corta la historia, ese
día me pasé contemplando aquella imagen el tiempo suficiente para que don
Parmenio se percatara de mi embeleso y, junto con un confite de anís, decidiera regalarme
aquella imagen. La caricatura me acompaño mucho tiempo, mientras la tuve hice
varias reproducciones propias, imitando conscientemente los trazos de Quino y
fallando siempre en hacerlos exactos. Fue uno de mis primeros contactos con el
dibujo.
Bueno, volviendo un poco sobre el
autor hay que decir que mucho de su éxito lo veo en la capacidad que tiene para
retratar la cotidianidad de la manera más cotidiana posible, de ahí su
universalidad, bueno la verdad desconozco que tan universal es… aunque su
popularidad en Latinoamérica es indiscutible. Quizá lo más bello a destacar de
sus ilustraciones, caricaturas y tiras cómicas, sea precisamente eso, la sensibilidad con la que retrata todos los bemoles de la cotidianidad latinoamericana.
Para finalizar debo decir que
creo que toda persona que se precie de ser “buena” persona, debe tener en su
biblioteca personal un libro de Quino o de Mafalda. Con algo de suerte ese
libro será encontrado por un niño, futuro ilustrador que encontrará inspiración
en él; con mucha más suerte algún adolescente lo leerá y será disuadido de
convertirse en político o en un gilipollas… Pero lo más probable es que algún adulto
lo tomará como medio para desconectarse un poco de la realidad y reírse de ella
por algunos minutos.
Excelente nota. Me encanta cuando vinculas un personaje de esta magnitud con el periodista ilustrador, su encuentro en la vida, el momento en el que se conocieron. Hermosa narración, impecable ilustración.
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