Desde finales del siglo XIX, el
Jardín Botánico Joaquín Antonio Uribe (Consulte su historia aquí), ha prestado
a la ciudad de Medellín el trascendental servicio de ser el centro recreativo y
la reserva verde predilecta de la ciudad. Función que, con el paso de los días,
cobra mayor importancia para los habitantes de una ciudad en la que la
proliferación de centros comerciales es endémica.
Diré lo obvio, el Jardín Botánico
es pequeño. Históricamente ha perdido terreno ante otros proyectos culturales
que, aunque necesarios, han rodeado al Jardín de construcciones con una arquitectura innecesaria y poco amable con el ciudadano y que le arrebataron a la ciudad demasiados árboles. El Parque
Explora, El Parque Norte y el Parque de los Deseos —apuestas de la ciudad por
la cultura y la recreación—, olvidaron que niños y adultos aprenden y se
divierten más bajo la sombra de un árbol, que sobre placas de concreto.
Pero mi intención real con esta
nota de hoy es alegrarme e invitarles a reconocer que existe un espacio en la
ciudad en el que si miras al horizonte veras árboles y no edificios, donde al inhalar
podrás oler y saborear un aire con menos carga de agentes cancerígenos que el
que respira en esta urbe (por muy bonitos que pongan sus paseos peatonales).
Un lugar que no cerrará su acceso porque llene el cupo de visitantes
permitidos como pasa en el Parque Arví, un lugar mejor organizado y del que
podrás entrar y salir con mayor facilidad que los Cerros Nutibara y el Volador.
El domingo anterior estuve en ese
lugar y disfruté inmensamente el panorama de familias departiendo, jugando, comiendo,
paseando perros (creativa e ilegalmente introducidos en el Jardín, pues su
ingreso está prohibido, no he dicho que el Jardín sea perfecto, pero casi);
parejas abrazadas, besándose, riendo; individuos dibujando, pintando, tocando
música… Alguien me dijo que todo lo que he enumerado se puede hacer en un
centro comercial, le respondí que sí, innegable, pero la diferencia radica en que
en el centro comercial no te puedes quitar los zapatos y caminar en contacto
con el suelo, en el Jardín Botánico, sí.
Así que anímate, escápate por un
rato del concreto. Deja de lado las vitrinas y sus apetitos impuestos. Recuerda
que las plantas de tus pies tienen tantas terminales nerviosas como tus manos y
hazte el regalo de sentir el mundo que pisas.
Página Web: http://www.botanicomedellin.org
Una maravilla de nota. El texto es bien sabroso y la ilustración está súper. El error es una oportunidad creativa muy bien aprovechada. Dan ganas de irse al Jardín!
ResponderEliminarMuchas gracias por este hermoso y emotivo artículo. Lo compartimos con todos nuestros amigos de la red. ¡En el Jardín Botánico de Medellín los esperamos siempre!.
ResponderEliminarGracias Antonia y Gracias Jardín por sus comentarios es bueno tenerlos por aquí... y por la divulgación, también Gracias :)
ResponderEliminarEl relato, la ilustración y la amistad me hicieron viajar al Jardín. Me emocionas.
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